Reconstruir un puente entre el artista y el público
Aliocha Pérez Vargas:
Teatrólogo, investigador y crítico teatral
Antes de caer en el movedizo terreno de las definiciones en torno a la crítica, me gustaría abordar un asunto que en mi opinión, sería mucho más productivo: la función que en nuestro contexto escénico debe tener una instancia reflexiva que en los últimos años, se ha visto replegada por la por la falta de espacios desde los cuales pueda legitimarse.
El escandaloso atraso de las revistas especializadas impide la réplica inmediata al acontecimiento artístico, al tiempo que la prensa escrita o los noticiarios de radio y televisión locales, no cuentan en su plantilla con críticos profesionales, lo que motiva el intrusismo de meros cronistas, quienes por largo tiempo han escrito reseñas insustanciales de corte propagandístico.
Extraño en las publicaciones vueltabajeras los severos y tajantes juicios de Aldo Martínez Malo, o las valoraciones —de corte más ensayístico— dejadas por Ramón Cala sobre la escena pinareña de los noventas, dos testigos que desde una vasta cultura y un probado oficio, se aventuraron a deconstruir el teatro de su tiempo con una sinceridad que debió incomodar a no pocos.
Pero nostalgias aparte, otros son los retos de la crítica actual, y por una cuestión dialéctica los parámetros de observación que estos maestros aplicaron, han sido superados por el paso inevitable del tiempo. El instrumental exegético que tradicionalmente le permitía al crítico el análisis de las obras ya resulta inoperante, pues la puesta en escena actual disuade todos los métodos coherentes de observación, al menos en el sentido clásico. La performance, lo autorreferencial, lo interdisciplinario, la multiplicidad de registros, géneros y otras categorías, han contaminado la visión francesa del término, y notables creadores ya no piensan tanto en la trascendencia del concepto, sino en la experiencia sensorial del espectador.
Ante esta ampliación de perspectivas el crítico debe actualizar su mirada, reevaluar sus patrones analíticos, refundar un aparato metodológico que abra el camino para nuevas ideas; esa, al menos, debe ser la premisa de la «nueva pupila crítica»: cuestionar lo que hereda, hallar nuevas estrategias para salir de la inercia artística que a ratos nos agobia, revitalizar una memoria y hacerla artísticamente manejable para los nuevos espectadores.
Sin embargo, el trabajo no debe limitarse a la actualización de referentes. La crítica en Pinar del Río debe abogar por la creación de espacios formativos, por el vínculo con procesos creativos desde su gestación misma, por huir de una postura verborreica y concentrarse en lo esencial, por apuntar sin temor debilidades reales, por dejar en claro su postura ante el fenómeno artístico, por detectar cambios, avances o retrocesos en la obra de un creador y con ello, orientar no solo al público sino al propio artista, quien muchas veces se queda en sus buenas intenciones.
Como bien apunta Bruno Bert, no es la crítica la que regresa sino el creador el que la convoca, y con ese mismo impulso varias iniciativas intentan superar ciertas debilidades. El taller itinerante de la crítica liderado por el teatrólogo Omar Valiño, ha generado un fructífero debate entre los teatristas, ganando paulatinamente en convocatoria y alcance. Jóvenes teóricos se preparan en las aulas de la Universidad de las Artes con ganas de oxigenar un movimiento precario que los necesita, mientras que el mayor evento de las artes escénicas en la provincia, el Espacio Vital, inserta en su programación acciones de reflexión crítica.
En medio de esta coyuntura es que aparece Puntal, un boletín de crítica de arte pensado desde la Asociación Hermanos Saíz, y que pretende sistematizar el debate y la opinión sobre el mundo cultural del territorio. Agradezco el empeño de su gestora, la periodista y crítico Yanetsi Ariste, en la creación de esta plataforma que de seguro, colocará la obra artística bajo una luz más nítida; solo espero que no se repita la experiencia de Arpón, y que esta nueva iniciativa sepa estar por encima de cualquier reconcomio.
Mi mayor deseo es que en sus páginas, además de los juicios de valor inherentes a toda valoración, el lector-espectador encuentre el testimonio transparente de una experiencia. Un norte que guie su visión sin un retoricismo erudito y por qué no, que también sea capaz de perpetuar en letra impresa, el efímero recuerdo de la escena. Buena suerte.
Comentarios
Publicar un comentario